jueves, 8 de octubre de 2015

La Educación de Adultos en España: el nuevo reto educativo

Si a mediados del siglo XIX la revolución educativa en España vino de la mano de la Ley Moyano, y luego, en el XX, llegó el esfuerzo  hermoso de la Institución Libre de Enseñanza y las Misiones Pedagógicas de la República. Si en la década de los sesenta crecieron las escuelas por todas partes del territorio nacional, y con la Ley del 70 apareció una educación Secundaria para toda la población, si luego fuimos capaces de crear la Formación Profesional, y en los 90 el foco educativo se centró en la educación Preescolar, en el siglo XXI, el caballo de batalla para España será la educación de Adultos.

No se trata de una elección por descarte, una vez asegurada la oferta pública en los distintos niveles educativos que se dirigen a los menores de edad. No. Simplemente es una respuesta lógica a un problema gravísimo que presenta nuestro país: cuatro millones de adultos en paro y un porcentaje del 25’79% de jóvenes de 15 a 29 años que ni estudian ni trabajan (fuentes de la OCDE., en El País, a 30/09/2015). Más pronto que tarde detectaremos que el paro, la mayor lacra para una sociedad desarrollada y una situación desgarradora para los adultos, tiene difícil solución, que no es sólo una coyuntura económica vinculada a un ciclo expansivo o recesivo, sino que es la consecuencia directa de la falta de formación básica de varios millones de adultos en España. Por mucho que la situación mundial mejore en el área de la economía, resultará difícil incorporar a más del 50% de los parados que existen en España al mercado laboral, simplemente porque no tienen la formación suficiente, las competencias educativas necesarias para desarrollar trabajos cualificados, estables y dignamente remunerados.

La educación de adultos en España está organizada por cada Comunidad Autónoma, según sus particularidades (sobre todo geográficas), y sus necesidades, pero siempre es mirada como un rescoldo del sistema, con cierto paternalismo, donde muchos alumnos desaparecen a lo largo del curso, y donde los profesores que la imparten, a pesar de ser los más rentables del sistema educativo (por el número de titulados), están ahí, disfrutando de la vida, sin enfrentarse a los feroces adolescentes que pululan por nuestras aulas diurnas…
Nada más lejos de la verdad. El trabajo con personas adultas, siempre muy gratificante, se realiza con ratios tan elevadas que durante meses los alumnos apenas caben en clases pensadas para los chavales de la mañana. Al número de alumnos se une que no existe una metodología diseñada para la educación presencial de adultos, un material especializado, un cuerpo de profesores estables, recursos necesarios y la flexibilidad organizativa apropiada para dar respuesta a la complicada vida de un adulto, que muchas veces simultanea los estudios con el trabajo y la vida familiar. La educación de adultos no puede ser una traslación de la educación diurna para adolescentes. Presenta unas condiciones propias que exige un diseño educativo adecuado y específico. Necesita una toma de conciencia por parte de todos, porque es el último tren para una parte importante de la población que no podrá esperar al siguiente.

Varios ejes debería abordar la educación de adultos en el futuro: la empleabilidad, las competencias básicas (Lengua y Matemáticas), y las competencias transversales: idiomas, informática y ética. El adulto necesita tener una esperanza de trabajo, de proyección de su esfuerzo hacia su futuro (empleabilidad), para ello debe dominar los lenguajes básicos ( la expresión escrita y hablada, la comprensión lectora y oral; el lenguaje de la ciencia: las matemáticas), y todo ello tiene que servirle para relacionarse con el mundo que le circunda (idiomas, informática), y por último, pero no menos importante, necesita un asidero, un agarradero ético y moral para anclarse en sus convicciones y no ser arrastrado fácilmente por este tornado continuo informativo y noticioso que nos envuelve constantemente a través de los medios audiovisuales y las redes sociales, sin posibilidad de reflexión, de crítica constructiva y de autocrítica inteligente y reparadora.

La complejidad de la educación de adultos no admite paternalismos ni paños calientes. Es un tema muy importante que debe ser abordado con seriedad. Tal vez algunos piensen que si se mejora el sistema educativo para los menores de edad no tendríamos necesidad de la educación de adultos. Como utopía está muy bien, como realidad es similar a considerar que, cuando las máquinas tomen el control de los automóviles, no se producirán accidentes. Hay cuatro millones de parados esperando una oportunidad y una respuesta. Existe más de un 25% de jóvenes que no tienen ningún futuro, ni herramientas para labrárselo. Sigamos pensando que la mejora de la educación obligatoria acabará con todos los problemas, y después volvamos a leer a Huxley y su Mundo feliz. Suprimamos la OCDE, y se acabarán las malas noticias educativas.



Fernando Escudero Oliver,
 jefe de estudios del Bachillerato de Adultos,
 del IES “Juan Gris” de Móstoles (Madrid).


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