lunes, 21 de septiembre de 2015

Disturbios y cavilaciones: la explicación a un título

"Disturbios y cavilaciones” es el título que he dado en llamar a este blog que apenas hace un día que ha echado a andar. Y “Disturbios y cavilaciones” fue el rótulo que también me inventé, hace un tiempo, para dar nombre común a un conjunto de microrrelatos y relatos breves. Pretendo ahora, con estos párrafos, encontrar una explicación a ese epígrafe que me persigue, bien en afanes comunicativos a través de la red,  bien para englobar un conjunto de textos.  

Así, pues, disturbio es todo aquello que, según el diccionario de la Real Academia Española, “altera y turba la paz y la concordia”. En definitiva, es aquello que molesta, como molesta el hecho de que a cada instante nos trastornen la tranquilidad lectora con una nueva punzada de ingenio, con un nuevo y presuntuoso alarde de fabulación en ciernes. Puede ser un comentario o puede ser un texto que invente el ingenio narrativo. En este segundo caso, el microrrelato, microcuento, cuento mínimo, cuento brevísimo, cuento microscópico, narración ultracorta, relato hiperbreve, relato mínimo o cualesquiera otras denominaciones de tan fastidiosos y perturbadores textos es la forma rápida de hacernos sentir, al mismo tiempo, incómodos y satisfechos; unas veces por lo imprevisto, otras por lo absurdo, pero siempre por lo inesperado y conciso.

Por otro lado, está ese otro intento de cavilar, de “pensar con intención o profundidad en algo”, siguiendo nuevamente la definición académica. Darle vueltas a las emociones y a los pensamientos es la obligación de todo escritor que se precie. Y cuando esa forma de reflexión fluye con rapidez, como breves destellos en la luz de la memoria, como certeras pinceladas de nuestro impresionista intelecto, surge la meditación. Y el microrrelato o el minicuento, también, entre otras formas cortas de contar. Luego, cada una de estas cavilaciones adoptan su forma apropiada, el punto de visto preciso, el tratamiento que cada uno de nosotros considera el acertado para transmitir una idea. Y elige también el tamaño de la pieza, que en esto no se ponen de acuerdo los doctos tratadistas del género que discuten entre si son seis, quince o treinta las líneas que han de servir de tope máximo de las mismas. Surge así la condensación, la ambigüedad, la sugerencia, el absurdo (otra vez), la sátira, la paradoja, la recreación, la parodia, la crítica y un sinfín de ejercicios gimnásticos que se encuentran contenidos dentro de las artes literarias, los cuales nos permiten adentrarnos en terrenos dispersos, e incluso dispares, como el de la ciencia-ficción, el del misterio, el de la crítica social, el de la literatura o el del romanticismo más almibarado y decadente.

En conclusión, las dos palabras de este título que no me abandona quieren ser una justificación más al intento de ser certeros, escuetos y, si fuera posible, sugerentes también, como exige el género que nos ocupa o la reflexión que, de vez en cuando, dejemos en nuestro blog. Seguiremos ahondando en este empeño por la concisión, porque la economía es la fiel aliada de la expresividad y la sugestión. Sería el humilde tributo que podemos ofrecer a un lector hábil e inquieto: darle la oportunidad de cubrir las ausencias, premeditadas o no, que el escritor deja patente en sus páginas para que él las supla o complete con su imaginación; proporcionarle la ocasión para que lo implícito y lo callado sean fuente de significados, tesoro de interpretaciones diversas, ventana que se abre a la fantasía y a ilusiones varias.

Por de pronto, iniciaremos la serie de textos breves con un microrrelato que nos anime a seguir en días posteriores, si el tiempo y el que los lea, nos lo permite.

Felipe Díaz Pardo

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